Comentario
La noticia del embarazo de una mujer era generalmente muy celebrada en la familia, y comenzaban los cuidados de la embarazada. Cuando se conocía la noticia, la futura madre recibía una serie de exhortaciones de sus parientes y de los viejos de la comunidad, en la que se le felicitaba y se decían los medio que debía poner para llevar a buen término ese embarazo, considerado como un regalo de los dioses, y no mérito de los padres. A la criatura que iba a nacer se la ponía bajo la protección de la diosa Yoaltícitl, divinidad de la medicina y de los médicos.
La partera era cuidadosamente escogida y llamada cuando el embarazo estaba ya adelantado, y era ella quien iba indicando a la embarazada las medidas que debía tomar en este último período de gestación. En la hora del parto estas mujeres realizaban las tareas propias de comadrona, pero también eran las responsables de llevar a cabo las ceremonias religiosas, junto con los otros sacerdotes adivinos. Además, eran las que iniciaban a la madre acerca de los cuidados que debía tener con su cuerpo y con el bebé. En el momento del parto, la misma partera hacía la preparación próxima. Ejercía en ese momento de médica y curandera, pues a la acción necesaria para facilitar el parto añadía oraciones, especialmente a la diosa Cihuacoatl y Quilatzi, 'aquella diosa que parió primero', indica Sahagún. La recién parida era felicitada, y se hablaba del parto como si fuera un trabajo o un combate en que la madre salía victoriosa.